Le echa una mirada de reojo al móvil y tiene ganas de usarlo aunque sabe que no debe hacerlo. Quiere, necesita, que alguien la apoye sinceramente, solo por el placer de querer animarla y no por cortesía o para auto consolarse en aquellos días oscuros. Añora a Ami más que nunca, porque nunca habían pasado tanto tiempo separadas y superadas, y la cama sigue oliendo a Matt.

Entonces, la pantalla del bendito móvil se ilumina y le llega un mensaje de remitente desconocido. No importa, porque sabe quién es. Solo ella conoce ese número. Solo ella le manda mensajes.
Trata de no agobiarte. Come y duerme bien, o no estarás a tope. Te quiero>>
Es escueto pero dulce a la vez. Le sobra. Por primera vez en días, se siente algo realizada. Irónicamente ya no necesita el texto, porque lo tiene memorizado, así que lo borra y recuesta la cabeza sobre la almohada. Siente que apenas huele a nada.

Cierra los ojos. Descansa.

viernes, 16 de julio de 2010

Eufemismos



Dan no era una persona muy inteligente. Todos lo sabían. Si años atrás, durante su época de gamberro en el colegio, le hubieran preguntado qué era un eufemismo, no habría sabido ni por dónde empezar.


Lo qué tienes que hacer para que Ami se fije en ti, es dejar de tirarles los trastos a todas las chicas”, le había dicho Lis para ayudarle. “Debes ser atento con ella y comportarte bien. Tienes que demostrarle que eres su caballero andante
Aquel había sido el primer eufemismo reconocido en la vida de Dan.
Teóricamente, los eufemismos eran sustituciones de términos o frases que contenían connotaciones desagradables para disimular su vulgaridad o crudeza, mediante el uso de otras palabras menos ofensivas o dolorosas. También eran figuras retóricas que ocultaban el verdadero significado de las palabras y las hacían más llevaderas.
Por ejemplo, durante años Taylor había sentido por él una profunda amistad, en lugar de una amistad a secas como la que sentía Dan por él. Resultaba mucho más facil hablar de eso que de un amor no correspondido por su mejor amigo.
Ami, Lis y las chicas tenían una enorme necesidad conjunta, lo que en términos mundanos significaba que no podían vivir las unas sin las otras. Por eso Dan sabía que, sí quería meterse a su amada en el bolsillo, también debía saber complacer a las demás.
Lis y Christian compartían constantemente jugueteos inocentes que, según él, de inocentes no tenían nada. Todo eso solo por ejemplo.


Dan no era una persona muy inteligente, no tenía muchas luces. Todos los sabían. Pero tal vez todos se equivocaban. Dan había convertido los eufemismos en su forma de vida. Dan amaba los eufemismos.
Cuando bien entrada la noche Ami todavía no llegaba a casa era porque tenía trabajo en el hospital. Era comprensible.
Cuando llegaba hacía y rehuía sus abrazos, era porque había tenido un día duro y estaba cansada. Dan la dejaba descansar.
Cuando llegaba muy tarde y se quedaba durmiendo en el sofá en lugar de ir con él a la cama era porque no quería despertarle. Solo un gesto de afecto que no admitía quejas ni reproches.

Entre Ami y Edward existía un profundo amor fraternal, y lo único que hacían durante las reuniones familiares era compartir miradas inocentes y juguetonas.
Ami y Edward pasaban mucho tiempo juntos porque, si no lo hacían, se echaban de menos. Nadie se lo impedía porque el muchacho era el único capaz de hacer que Ami estuviera menos triste cuando ni siquiera él podía animarla.
Entre Ami y Edward no había nada raro, porque al fin y al cabo eran primos y así debía ser.

En cambio, entre Ami y Dan estaba todo, pero sinceramente no quedaba nada. Y así era.


Dan no era una persona muy inteligente, no tenía muchas luces. Todos los sabían. Pero tal vez todos se equivocaban. Porque tal vez, lo único que pasaba es que Dan quería demasiado a Ami.
Y por eso solo hacía la vista gorda.