Le echa una mirada de reojo al móvil y tiene ganas de usarlo aunque sabe que no debe hacerlo. Quiere, necesita, que alguien la apoye sinceramente, solo por el placer de querer animarla y no por cortesía o para auto consolarse en aquellos días oscuros. Añora a Ami más que nunca, porque nunca habían pasado tanto tiempo separadas y superadas, y la cama sigue oliendo a Matt.

Entonces, la pantalla del bendito móvil se ilumina y le llega un mensaje de remitente desconocido. No importa, porque sabe quién es. Solo ella conoce ese número. Solo ella le manda mensajes.
Trata de no agobiarte. Come y duerme bien, o no estarás a tope. Te quiero>>
Es escueto pero dulce a la vez. Le sobra. Por primera vez en días, se siente algo realizada. Irónicamente ya no necesita el texto, porque lo tiene memorizado, así que lo borra y recuesta la cabeza sobre la almohada. Siente que apenas huele a nada.

Cierra los ojos. Descansa.

sábado, 8 de agosto de 2009

Mi querida columnista


Bueno, esta es una pequeña viñeta entre Natsuki y Layna, las dos chicas del dibujo, y la relación que las une a pesar de ser tan diferentes. Tenía que explicarlo XD Era una de mis materias pendientes.
********************************************
“¿Cómo has dicho?”
“Mi querida columnista”
“¿Tu querida columnista?”
“Sip, eres mi querida columnista”

Natsuki parpadeó un par de veces y luego se sonrojó. Bajó la mirada hasta su batido de fresas y fingió que lo encontraba lo más interesante del mundo.
Frente a ella, haciendo una burbuja con su refresco, Layna se comportaba con fingida indiferencia.

“Eres un poco rara”, dijo la mayor, ganándose una sonrisa de la rubia.
“Ya lo sé, pero no es culpa mía”, se excusó Layna. “Antes de conocer a mi novio, yo era una persona muy cuerda”
“Ya…”

Estaban las dos en la terracita de una heladería. Aquella tarde de verano estaba resultando de lo más calurosa y Natsuki no podía entender como la joven rubia parecía estar tan fresca. Ella no podía soportar el calor, le daban sofocos y se sentía menopáusica (aunque solo tuviera 23 años), en cambio Layna parecía aguantarlo estoicamente. Gruñó por lo bajo, imaginando que en invierno, mientras ella tendría la nariz roja y los dientes castañeando de frío, Layna seguiría pareciendo ajena a todo como una diosa. Aquello le dio un poco de rabia.

“Y, aparte de escribir, ¿qué te gusta hacer?”
“Eh… Pues mmm… Me gusta… La jardinería, por ejemplo”, dijo Natsuki tras los titubeos.
“¿Te lo acabas de inventar?”
“Más o menos. A ver, me gusta la jardinería (de hecho, mi suegra es una experta y me ha enseñado mucho) pero no es que sea una verdadera afición”
“¿Entonces?”
“No tengo muchas”, Natsuki volvió a enrojecer. “Desde pequeña me he limitado a hacer lo que tenía que hacer para salir adelante sola. Escribir es lo único que hacía medianamente por placer”
“Oh… ¿Y fue muy duro? Tu niñez, quiero decir”. Ahora era el turno de Layna de mostrarse tan interesada como vacilante.
“Bastante duro, si. Pero tampoco estoy tan mal?”
“¡Qué va! Eres estupenda”.

Natsuki volvió a enrojecer ante el halago.
Había conocido a Layna un par de meses atrás, cuando por casualidad, mientras hacía la compra semanal con Evan, la muchacha la había detenido para preguntarle si era Aoi Natsuki, la columnista del diario de la ciudad.
“Soy una gran admiradora tuya”, le había dicho la rubia con los ojos brillantes, dejando tanto a Nat como a Evan con la boca entreabierta.
Lo que había sorprendido a la castaña, pero, no había sido lo mismo que lo que sorprendió a su pareja. Si bien se había sorprendido al ser reconocida por alguien que afirmaba ser su fan (cuando hasta la fecha ni siquiera había estado segura de que alguien leyera su columna), lo que más impactó a Natsuki fue el encontrarse frente a frente con el doble en rubio de su hermana muerta catorce años atrás.

“¿Y dices que no estás emparentada con los Natsuki por ningún lado?”, le había preguntado a Layna aquel mismo día de conocerse, cuando fueron a tomarse un café.
“Yo diría que no. La familia de mi madre era toda alemana, y que yo sepa por parte de padre no tengo ningún familiar apellidado Natsuki. ¿Por qué lo preguntas?”

Y Natsuki le contó a Layna lo de su parecido con su difunta hermana Somii, ganándose una mirada emocionada de la rubia, que prometió investigar a fondo para descubrir si estaba emparentada con su ídolo mediante lazos reales de sangre.
Después de aquel primer día volvieron a verse varias veces más. Aunque Layna no había podido sacar nada en claro de la posible relación entre las familias de ambas, no perdía ocasión de verse con ella para pasar las horas charlando. Natsuki se sorprendió a sí misma disfrutando de aquellos encuentros con Layna, a pesar de que la rubia era muy jovencita y que ella misma, por su carácter y modo de hacer tranquilo, se comportaba como alguien mayor y la diferencia entre ambas era gigante.
Porque ella se sentía bien con Layna.

“Eso es porque es tu amiga”, le había dicho Evan, orgulloso de ella. Y es que los amigos de Aoi Natsuki, pese a ser una mujer encantadora, podían contarse con los dedos de una mano.
Layna y ella eran muy diferentes, chocaban en casi todas las opiniones y tenían gustos radicalmente opuestos, pero se apreciaban muchísimo la una a la otra. La admiración de Layna por ella se había transformado en amistad y cariño, del mismo modo que el perturbador físico de Layna había dejado de resultarle curioso para volverse gracioso.
Porque ambas se querían.

“Así que aparte de escribir, no te gusta hacer nada”, dijo Layna algo sorprendida, sacando a Natsuki de sus cavilaciones. Le sonrió.
“Bueno, sí que me gustan otras cosas, pero supongo que no pueden compararse”.
“Si es que lo que yo decía”, dijo Layna con una sonrisa y ojos brillantes de emoción. “Has nacido para escribir, eres mi…”
“…querida columnista”, terminó por ella interrumpiéndola.

Sí. Layna le caía muy bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario