Le echa una mirada de reojo al móvil y tiene ganas de usarlo aunque sabe que no debe hacerlo. Quiere, necesita, que alguien la apoye sinceramente, solo por el placer de querer animarla y no por cortesía o para auto consolarse en aquellos días oscuros. Añora a Ami más que nunca, porque nunca habían pasado tanto tiempo separadas y superadas, y la cama sigue oliendo a Matt.

Entonces, la pantalla del bendito móvil se ilumina y le llega un mensaje de remitente desconocido. No importa, porque sabe quién es. Solo ella conoce ese número. Solo ella le manda mensajes.
Trata de no agobiarte. Come y duerme bien, o no estarás a tope. Te quiero>>
Es escueto pero dulce a la vez. Le sobra. Por primera vez en días, se siente algo realizada. Irónicamente ya no necesita el texto, porque lo tiene memorizado, así que lo borra y recuesta la cabeza sobre la almohada. Siente que apenas huele a nada.

Cierra los ojos. Descansa.

sábado, 8 de agosto de 2009

Jane y Daisuke


Pues aquí traigo un par de viñetas de Jane y Daisuke, estos dos personajes que, aunque me gustan mucho, casi nunca dibujo y tienen una historia elaborada tan solo en mi mente. Es una de esas cosas incomprensibles...
La primera viñeta relata como se conocieron.
La segunda es una pequeña erxplicación de como Jane ve el mundo y como Daisuke ve a Jane.
Espero que os gusten (A mi al menos me gustan xD)
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A Daisuke le gustaba la playa. Su primo Samuel se burlaba de él y decía que cuando iban se comportaba como un crío con juguetes nuevos, pero igualmente le acompañaba siempre. Daisuke chapoteaba en el agua, o paseaba por la orilla con su sonrisa de conquistador que se lo tiene creído, pavoneándose de su cuerpazo ante toda la población femenina. A Daisuke le gustaba que todas le hicieran caso. Adoraba arrancar suspiros o sonrisas coquetas, que las muchachas se le acercaran y le invitaran a tomar helados o a ponerles crema en la espalda. También le gustaba que Samuel rodara los ojos o negara con la cabeza, porque aunque su primo desaprobase su actitud, no dejaba de acompañarle a la playa y, de paso, sacar tajada.
A veces, Daisuke se limitaba a pasar la tarde. Jugaba en el agua, tomaba el sol y construía castillos de arena, con todas sus torres y torreoncitos.
En esas estaba aquella tarde. Samuel hacía rato que se había quedado frito en su toalla al ver que no había previsiones de acción, y Daisuke se encontraba perfilando la muralla de su castillo de arena. Le estaba quedando realmente bien, una construcción de la que podría sentirse realmente orgulloso, y se encontraba afianzando las bases de su castillo cuando un pie desconocido – un pie fino, delgado y paliducho – hizo acto de presencia y destrozó su preciosa obra de arte ante sus narices.
“¡Eh!”, gritó Daisuke todo enfadado, levantándose como un resorte. “¿Pero que haces? ¿Estás ciega o qué?”
Una chica que había destrozado su castillo se detuvo y se volteó. Era menuda y delgada, tan paliducha como su pié daba a entender, y con una larga cabellera castaña. Levantó la cabeza hacía él, mirándole con unos ojos de color azul cielo, claros, grandes y cubiertos por una especie de capa lechosa.
“Si”, dijo la muchacha en su dirección, sin verlo realmente. Hizo un mohín con los labios, mostrándose culpable. “Lo siento”.
Daisuke se quedó callado con expresión idiotizada, completamente sorprendido. Se sintió culpable por haberle hablado tan rudamente, pero no encontró la voz para disculparse.
“¡Jane!”, gritó una mujer, seguramente la madre de la chica ciega, acercándose a ellos dos. “Jane, te dije que me avisaras si querías ir al agua”.
“Lo siento mamá”, dijo Jane con la misma expresión de culpabilidad, tocando a su madre en los brazos para poder verla a su manera. “¿Está todavía ese chico aquí?”.
“Eh… Si”, se apresuró a decir Daisuke al ver la mirada interrogante de la mujer.
“¿Me perdonas?”
“Oh… Claro. ¿Me perdonas tu a mí por, eh… Hablarte de ese modo?”
“Claro que sí”. La chica sonrió con expresión ausente, alargando un poco la mano en su dirección. “Me llamo Jane”.
“Daisuke”, respondió encajando su mano y sintiendo raro el contacto. “¿Puedo acompañarte al agua?”
Jane sonrió más, apretando más fuerte la mano que sostenía con Daisuke, y separándose de su madre tras hacerle un gesto tranquilizador.
“Claro”.



A Jane le gustaba tocar. Ella, que estaba privada del don de la vista, usaba las manos para ver, tocando todo aquello que la rodeaba hasta ser capaz de reconocerlo. Era bien cierto que todos sus sentidos estaban superdesarrollados para compensar la carencia de sus ojos, y que le gustaba oler y escuchar, pero sin duda el tacto era el sentido que más utilidad le daba.
Jane lo tocaba todo. Tocaba la porcelana de los platos, reconociendo los dibujitos que estos tenían en relieve. Tocaba la madera de los muebles hasta saber donde estaba cada cosa. Tocaba las briznas de hierba y acariciaba las flores hasta que era capaz de hacerse una idea de lo que la rodeaba.
A Jane le gustaba tocar a Daisuke. Era cierto que, con el tiempo, habían llegado a conectar tanto que ella era capaz de sentir al muchacho cuando estaba cerca, aunque este tratara de moverse sin hacer ruido, y sabía como se sentía en cada momento aunque no viera la expresión de su cara. Pero le gustaba tocarle. Cuando estaban cerca, Jane estiraba las manos y le acariciaba los cabellos, tan suaves y cortitos, o paseaba las yemas de sus dedos por la cara del chico, delineando sus labios y conociendo sus facciones. Le tocaba las manos, grandes y callosas, y se sentía protegida cuando la rodeaba con sus fuertes brazos. Tocaba sus prendas de ropa hasta el punto de haber seleccionado sus favoritas, y Daisuke solía decirle que tenía muy buen gusto, porque eran precisamente las piezas que mejor le quedaban.
“Ojalá pudieras ver”, dijo Daisuke un día, con la cabeza apoyada sobre las piernas de Jane y con las manos de la muchacha acariciándole distraídamente. “Ojalá, así podrías ver lo guapa que eres, y los lugares a los que vamos. Así podrías verme”.
Jane rió con dulzura, ganándose una mirada interrogante del muchacho (y ella supo que Daisuke la había mirado así, aunque no pudiera haberlo visto), y luego estiró la mano para acariciarle la mejilla.
“Tienes razón”, dijo. “Me gustaría poder ver. Me gustaría saber como son los colores, como son las personas que salen por la tele, y ver el paisaje cada vez que quiero. Pero no pasa nada, Dai. No pasa nada porque te veo a ti. Y con eso me basta”.
Daisuke sonrió y acarició la mano de Jane sobre su mejilla.
“¿Y soy guapo o qué?”, preguntó prepotentemente.
“Mucho”, sonrió y luego hizo una especie de puchero. “Me pregunto si yo estoy a tu altura, si hacemos buena pareja”.
“A tu lado, yo estoy a la altura del barro”, aseguró Daisuke. “En el fondo es una suerte que no me veas, porque seguro que me dejarías”.
“Tonto”.
“Guapa”.
“Te quiero”.
“Y yo a ti”.


A Daisuke le gustaba Jane, y a Jane le gustaba Daisuke. Y eso era perfecto.

1 comentario:

  1. Si es que como no puedo adorar lo que escribes!!!!!!!! Es simplemente fantástico^^ y sabes que, he vuelto a reinventarme, aqui te dejo la dirección de mi nuevo blog, algo que me he propuesto hacer bien de verdad, y tu tienes que dejar tu huella por supuesto, eres mi bolsita de polvo de hadas personal!!!

    te dejo la dirección: http://theredcarpetoflife.blogspot.com/

    :)

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