Le echa una mirada de reojo al móvil y tiene ganas de usarlo aunque sabe que no debe hacerlo. Quiere, necesita, que alguien la apoye sinceramente, solo por el placer de querer animarla y no por cortesía o para auto consolarse en aquellos días oscuros. Añora a Ami más que nunca, porque nunca habían pasado tanto tiempo separadas y superadas, y la cama sigue oliendo a Matt.

Entonces, la pantalla del bendito móvil se ilumina y le llega un mensaje de remitente desconocido. No importa, porque sabe quién es. Solo ella conoce ese número. Solo ella le manda mensajes.
Trata de no agobiarte. Come y duerme bien, o no estarás a tope. Te quiero>>
Es escueto pero dulce a la vez. Le sobra. Por primera vez en días, se siente algo realizada. Irónicamente ya no necesita el texto, porque lo tiene memorizado, así que lo borra y recuesta la cabeza sobre la almohada. Siente que apenas huele a nada.

Cierra los ojos. Descansa.

sábado, 25 de julio de 2009

Ángel en prácticas Jas


Esta es la historia de Jas, un ángel en prácticas. Siguiendo más o menos la teoria de Fullmoon, Laura, Eli y yo decidimos que cuando una persona se suicidaba pero tenia el alma pura, se convertía en un ángel en prácticas.

Entre las tres creamos a tres personajes que han ascendido a ángeles en prácticas. Jas es mi personaje, y esta es la historia de como se convirtió en uno.


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Jasper Matteson era un chico normal. Vivía con sus padres y su hermano pequeño en una pequeña casa de la costa de Inglaterra. Desde la ventana de su habitación podía verse el mar, de un color gris intenso que competía con las nubes perladas del cielo, y al chico le encantaba pasarse horas observando el paisaje desde allí.
Sus padres, a pesar de su origen humilde, eran gente muy atenta y trabajadora, y criaron a los dos niños con mucho amor y dulzura. Jasper era feliz, muy feliz, y a sus cortos doce años de vida podía presumir de haber alcanzado un mayor grado de satisfacción que muchas otras personas de mayor edad.
- Como crece mi pequeño bebé – lloriqueó su madre Alice, un día medianamente soleado en que el muchacho había pedido permiso para ir a la playa con sus amigos.
- ¿Y qué hay de la visita a la abuela? – preguntó Roger, levantando la vista del periódico.
- ¿No puedo ir otro día? – se quejó Jasper con un puchero. Le apetecía mucho más pasar un día de calor en la playa que encerrado en casa de los abuelos. Su padre frunció los labios, pero la mirada de Jasper, parecida a la de un cordero a medio morir, hizo que acabara soltando un suspiro resignado.
- Menos mal que mi pequeñín aun no me abandona – dijo, soltando el diario para abrazar a Evan, que pareció encantado ante el mimo de su padre.
Jasper sonrió encantado y se dio la vuelta, recogiendo su mochila.
- ¡Hasta luego! – gritó a modo de despedida.

Jasper no volvió a ver a sus padres nunca más.

Los siguientes días sucedieron de una forma rápida y confusa. Sin darse cuenta de nada de lo que sucedía a su alrededor, Jasper se encontró rodeado de extraños en un orfanato de mala muerte, ya que no tenía ningún familiar que pudiera acogerles. Lo único que mantuvo en pie al niño – que, en cuestión de días se había convertido en un adulto a marchar forzadas – fue su pequeño hermano Evan, que había sobrevivido milagrosamente al accidente de coche y que acabó en el mismo orfanato que él. Jasper a penas se separaba de él, porque sentía la necesidad de cuidarle y protegerle ahora que nadie más lo haría, pero a la vez no sabía como portarse, porque Evan, a sus tiernos siete años, no parecía acabar de entender lo que había sucedido. Una terrible angustia se encontraba permanentemente anidada en su pecho, y se torturaba pensando en la forma tan descuidada en la que se había despedido de sus padres aquella maldita mañana en la que había ido a la playa. Tal vez si no hubiera sido tan cabezota y se hubiera quedado con ellos, las cosas habrían sucedido de forma diferente y en aquellos momentos podrían estar los cuatro tan ricamente en su casita de la costa disfrutando de un buen chocolate caliente. Jasper buscaba consuelo cuando consolaba a Evan. Abrazar al niño sollozante, o dormir con el entre sus brazos para que no tuviera pesadillas le reconfortaba y le hacía sentir importante, necesario. Si él no estuviera, Evan no tendría a nadie, y eso no podría soportarlo.
Jasper no podía fallarle a su hermano.


Con todo, el tiempo fue pasando, pero Jasper se dio cuenta, con angustia y preocupación, que el dolor en su pecho, el sentimiento de pérdida, no desaparecía.
Evan, en cambio, parecía ir superándolo poco a poco. Aunque había dejado de ser aquel niño nervioso e inquieto y ya casi nunca hablaba (se había vuelto un niño muy tímido y callado, casi taciturno), empezaba a comportarse con más naturalidad. Cada vez tenía menos pesadillas, aunque eso no había impedido que siguiera acudiendo a él cada noche para compartir cama, e incluso sonreía de vez en cuando. Jasper no podía ni tan siquiera devolverle aquel gesto, porque era como si los músculos encargados de la risa se le hubieran agarrotado tras tanto tiempo sin usarlos. Además, y aunque él era el mayor de los hermanos, tenía la desagradable sensación de que, a medida que pasaba en tiempo, era Evan quién trataba de consolarle a él – por eso dormían juntos, no porque Evan tuviese miedo, sino porque no quería dejar a Jasper solo con su tristeza -. Porque Evan era fuerte y lo estaba aceptando todo, superándolo. Mientras, Jasper tan solo era un muchacho débil.


A veces acudía al tejado para pensar. Solía ir solo, como cuando observaba el mar desde la ventana de su habitación, porque Jasper siempre había disfrutado del silencio – aunque en aquellos momentos el silencio fuera doloroso – y no sabía como compartir con los demás aquel sentimiento de reflexión que sentía cuando se encontraba perdido en sus rincones especiales.
La azotea del orfanato era casi tan deprimente como el resto del edificio: vieja, con un suelo gastado de hormigón gris y unas barandillas sencillas de hierro forjado. A parte de la puerta de acceso a las escaleras y el tubo de ventilación de la cocina no había nada más, y como las vistas desde el lugar – ciudad y ciudad – tampoco eran precisamente bellas, el lugar era realmente feo. Pero Jasper se pasaba horas y horas allí.
Subía, se tumbaba sobre el tejado con los brazos y las piernas abiertas y dejaba de pensar. Era muy agradable dejar vagar la mente en la inopia de aquella forma, porque entonces la tristeza y la soledad no le oprimían el pecho con tanta fuerza. Se sentía como si su alma se separase del cuerpo y se fuera volando allí donde el dolor no pudiera alcanzarla. Soñaba con el mar, con su color gris tormenta y sus olas embravecidas, soñaba con las montañas y el verde salvaje, y soñaba con sus padres, que les encontraba mientras vagaba por el cielo y volvía a estar con ellos.
Jasper se convirtió en un muchacho deprimente, casi tan deprimente como el orfanato y su vieja azotea, y lo único que impedía que realmente cumpliera con su desvarío y echara a volar por el cielo en busca de paz y de ángeles, era el pequeño Evan.


Un día, Jasper llevó a su hermano consigo a la azotea. Nunca lo hacía, pero aquel día decidió hacer una excepción sin motivo aparente. Evan lo acompañó, emocionado, y se tumbó con él en el tejado, con la mirada perdida en el cielo. Jasper le abrazó por la espalda, ambos sentados y distraídos. En ocasiones notaba la mirada de Evan fija en él, pero no despegaba la mirada del cielo nublado y se mantuvo en silencio durante horas. El crepúsculo se hizo presente, logrando con sus rayos anaranjados pintar todo el cielo, atravesar las nubes y llegar incluso hasta ellos. Jasper habló entonces, estrechando más fuerte a su hermano.
- Evan, ¿tú hechas de menos a papá y a mamá? – preguntó con voz neutra y la mirada interrogante del niño sobre él. Jasper le miró y Evan asintió, silencioso -. ¿Te gustaría qué fuera a buscarles? Así cuando les encuentre volveremos a estar juntos.
Había hablado con total tranquilidad, como quién habla de salir a dar un paseo o irse de vacaciones, pero en realidad el corazón le latía con fuerza, con miedo. Evan desvió la vista de nuevo hasta el cielo del atardecer, como si estuviera reflexionando. Jasper pudo leer en su mirada de niño una fortaleza enorme, aunque ni siquiera el niño parecía ser consciente de ella.
- ¿Dónde les buscarás? – Jasper grabó el sonido de la voz de Evan con deleite, para recordar su tono exacto. Su hermano respondió con convicción:
- En el cielo.
Y entonces, Evan sonrió y se acurrucó con más fuerza contra el cuerpo de Jasper. Él cerró los ojos y le abrazó todavía más, reprimiendo las ganas de llorar, porque sabía que estaba siendo muy cruel con Evan, y que el niño no merecía pasar por aquello otra vez.
“Pero él es fuerte”, se dijo Jasper convencido, “Muy fuerte. Lo superará”. Se le encogió el estómago al pensar que él no era ni la mitad de fuerte que Evan, y la opresión en su pecho aumentó, igual que la velocidad de los latidos de su corazón.
- Sabes que te quiero mucho, ¿verdad Evan? – le preguntó de repente, a lo que él asintió. Jasper tragó saliva y, tras un segundo de reflexión, le soltó para ayudarle a levantarse -. Bien, hermanito, ahora vuelve abajo, enseguida iré contigo.

Y con una última sonrisa, que Jasper se esforzó en esbozar para despedirse como dios manda, Evan se dio la vuelta y se fue.


Jasper dejó pasar unos minutos. La luz del crepúsculo iluminaba su silueta, de pié sobre el tejado, como si de una aparición se tratase. Su corazón, que instantes antes había latido desbocado, bombeaba suavemente, de forma acompasada, armonizando con su respiración y sus pensamientos. La mente de Jasper vagaba muy lejos, en el mar y las montañas, y la sonrisa que había esbozado para despedir a Evan adornaba su cara tranquila.
El dolor y la tristeza estaban más presentes que nunca, tal vez por eso Jasper se sentía tan tranquilo, tan seguro de lo que estaba a punto de hacer, pero no por ello actuó con precipitación.
Saboreó la luz y saboreó el viento. Gozó de la libertad y aceptó el sufrimiento. La determinación le quemó, eliminando cualquier rastro de culpabilidad o duda que quedase en él, y cuando dio un paso, el paso, todo su ser estalló en una infinidad de apoteósicos segundos en los que Jasper había deseado volar.

Y voló.




Despertó unos segundos más tarde, después de haber flotado en la mayor oscuridad del infinito durante una eternidad. La sensación de júbilo que recordaba haber sentido desapareció, dejando tan solo un enorme sentimiento de paz y libertad. Abrió los ojos para comprobar dónde se encontraba, y una claridad pura y cristalina impactó sobre sus ojos de una forma dolorosa y le hicieron gemir. Sin darse cuenta movió su mano hasta su cara para cubrirse de la hiriente luz, y se sorprendió de la ligereza con la que había realizado el movimiento. Sentía el cuerpo extraño, un hormigueo, como si no fuera suyo, como si aquello no fuera a lo que estaba acostumbrado. Trató de recordar donde estaba antes de dormirse, qué había hecho, pero tan solo fue capaz de recordar la luz del crepúsculo y una extraña sensación de opresión en el pecho. Lo demás era todo penumbra.
Se incorporó, parpadeando para terminar de acostumbrarse a la claridad que rivalizaba con las tinieblas de su mente, y se miró las manos. Seguía sintiéndose extraño. En el suelo, a su alrededor – el chico se sorprendió al ver que no iba desnudo, puesto que no había notado el tacto de la suave tela sobre la piel -, habían grandes fragmentos de lo que parecían los restos de un espejo. Se miró en uno de ellos y vio reflejado el rostro de un muchacho de unos veinte años que, aunque no conocía, le resultaba familiar. Se reconoció como sí mismo, ya que el reflejo parpadeó varias veces a la par que lo hacía él, con unos ojos grandes y azules, opacados por la tristeza, como si estuvieran vacíos. Se sorprendió con la amargura que mostraba aquel joven rostro, el suyo, porque no se asemejaba al sentimiento de libertad que sentía.
- Bienvenido al purgatorio, joven alma – dijo una voz a sus espaldas.
Se volteó con sorpresa, ignorando que hubiese alguien más allí, y se encontró cara a cara con el ser más bello que existiera sobre la faz de la tierra: alto y fuerte, con unos cabellos largos y sedosos que ondeaban aunque no hiciera viento, expresión de serenidad y mirada de paz. Aunque, sin duda, lo que más destacaba de él eran las enormes alas de plumas blancas, que radiaban de tal modo que hacían que la claridad del lugar pareciese luz sucia.
- ¿Quién eres? – le preguntó casi sin darse cuenta, mirándole embobado.
- Un ángel de la muerte – respondió con aquella voz profunda y aterciopelada -. Estoy aquí porque se te ha concedido una segunda oportunidad, Jasper.
¿Jasper? El muchacho supuso que se refería a él, pero no se sintió identificado con el nombre. Quiso corregir al ángel, pero cuando abrió la boca para hablarle, se quedó congelado.
No sabía quién era.
El ángel sonrió como si entendiera, y se acercó a él con paso liviano.
- Tienes un alma pura, puedes convertirte en un ángel.
- ¿Estoy muerto? – atinó a preguntar. El ángel le miró con una mezcla de tranquilidad y tristeza.
- Te suicidaste, Jasper.
Luego sobrevino el silencio. El muchacho frunció el ceño, incapaz de recordar nada, y con una creciente opresión en el pecho. No era exactamente dolor, más bien se sentía como si hubiese dejado atrás algo muy importante y no fuera capaz de recordarlo.
- No te preocupes – le dijo el ángel -, por tus recuerdos digo. No estás aquí para recordar tus errores del pasado, sino para empezar de nuevo.
Y entonces le acarició la cabeza.
- ¿Quién soy entonces?
- Eres mi pupilo, y yo soy Ezze, tu maestro. Como no recuerdas tu nombre del pasado, no te sirve de nada conservarlo, pero como la verdad es que me parece bonito, podríamos aprovechar su esencia.
>> ¿Qué quién eres? Eres un ángel en prácticas. El ángel el prácticas Jas.

3 comentarios:

  1. todas las historias son muy tristes... buuu buuuu...y si, me parecia que estaban basadas en la historia de full moon... ojala publicaran ese manga en mi pais.. me encantaría poder terminar de leerlo alguna día....

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  2. Eis dons res eh... ke me passat...!!

    jajaja bueno-....

    pues res ke no se ke dir-te i dema no t'aburriras xk em va dir le manel ke fariem al bal de s'hora baixa...!!

    jajajaja....


    Diidac!!

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  3. ajaa, ya me parecia que el comienzo me sonaba XD
    pobrecito jas, casi lloro ;_;
    el y inami me encantan como pareja :D
    pobre alea tambien, decir su historia y poder sonreir D:
    casi lloro con las tres historias ;_;
    un besote grandeee
    LiNa

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