Le echa una mirada de reojo al móvil y tiene ganas de usarlo aunque sabe que no debe hacerlo. Quiere, necesita, que alguien la apoye sinceramente, solo por el placer de querer animarla y no por cortesía o para auto consolarse en aquellos días oscuros. Añora a Ami más que nunca, porque nunca habían pasado tanto tiempo separadas y superadas, y la cama sigue oliendo a Matt.

Entonces, la pantalla del bendito móvil se ilumina y le llega un mensaje de remitente desconocido. No importa, porque sabe quién es. Solo ella conoce ese número. Solo ella le manda mensajes.
Trata de no agobiarte. Come y duerme bien, o no estarás a tope. Te quiero>>
Es escueto pero dulce a la vez. Le sobra. Por primera vez en días, se siente algo realizada. Irónicamente ya no necesita el texto, porque lo tiene memorizado, así que lo borra y recuesta la cabeza sobre la almohada. Siente que apenas huele a nada.

Cierra los ojos. Descansa.

domingo, 10 de mayo de 2009

Historia de Ayashi


Ayashi es un ángel caído de alas negras, y el hermano mayor de Nerine.


Escrita hace mucho tiempo ya, aquí está su historia:



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Bueno, ¿qué decir sobre mí? Una vez fui un ángel. Tímido, bueno, dulce, inocente… Pero todo eso ya paso. Cometí el peor error de mi vida en el mismo momento en el que decidí cruzar por mi propio pie, y por primera vez, las puertas de salida del cielo.
Mirad, todo empezó hace ya muchos años. Como ya os he dicho, una vez fui alguien diferente. Yo era un joven ángel que estaba siempre muy apegado a su mama. La admiraba muchísimo, y lo que más deseaba en el mundo era llegar a ser como ella. Tanto mi madre como mi padre pertenecían al cuerpo de defensa Celestial. No tenían cargos importantes, pero eran buenos en lo que hacían, y sus superiores tenían puestos en ambos muchas confianzas. Pero un día mi padre volvió de una misión cargando a mi mama, toda ensangrentada y malherida. Los médicos y curanderos estuvieron horas y horas con ella, durante las cuales mi padre me contó lo sucedido. En una simple misión de reconocimiento habían sido atacados por demonios. Uno de ellos lo dejó inconsciente casi desde el primer momento de la batalla. Parece que solo querían divertirse, porque no los mataron ni a él ni a mí madre, pero, todo hay que decirlo, ella corrió menos suerte. Mientras que mi padre se llevó solo un feo golpe en la cabeza, mi mama había sido el blanco de todo tipo de burlas, torturas, golpes, humillaciones…
Mi padre, al despertarse, solo había podido tomarla en brazos para volver al cielo.
Tiempo después los médicos nos dijeron que la vida de mi madre ya no corría peligro, pero que aún así no habían podido hacer demasiado, y que era muy probable que a partir de ahora su estado de salud fuera algo delicado. Entramos a verla, y al comprobar la cantidad exagerada de vendajes que llevaba puestos, una furia terrible se apoderó de mí. Quería ir a buscar a ese demonio y desgarrarlo con mis propias manos. Con rabia, me di la vuelta, siendo seguido por mi padre que parecía haberse dado cuenta de mis intenciones, pues me decía que no hiciera estupideces o saldría lastimado. Al ver que no reaccionaba ni me detenía, intentó agarrarme, pero yo, furioso, me zafé y continué. Ya medio desesperado, padre intentó dejarme fuera de combate. Ahí perdí el control sobre mí mismo. Furioso, me giré y lo ataqué para apartarlo. Mi intención solo era la de dejarlo inconsciente, pero no pensé en el hecho de que estaba herido y me marche sin ser consciente de que dejaba a mi padre en un estado crítico. Ya tendría tiempo para lamentarme después. Me marché del cielo y estuve muchos días vagando hasta dar con el maldito. Él y su panda se burlaron de mi cuando los reté, supongo que tenían razón. ¿Qué iba a hacer un simple angelito contra ellos?
Pero no me dejé. El demonio líder, el mismo que se había atrevido a abusar de mi madre, se levantó con superioridad y aceptó pelear contra mí.
Debo confesar que lo tenía crudo. Nada más empezar quedó claro quién era ahí el más fuerte… Yo no, precisamente. Las cosas se estaban poniendo muy feas para mí, hasta el punto que el demonio se lo tomaba como un juego.
Finalmente, supongo que cansado de burlarse, decidió acabar conmigo… Grave error. Con un destello de luz, se materializó ante mis ojos y en mi mano una bella espada de hoja de plata y puño de oro. El en filo había signos grabados, y en la parte inferior, se veía, orgulloso y altanero, el escudo Ayashi.
Me levanté con renovadas fuerzas… Más de las que jamás creí tener.Me enorgullezco de decir que sentí placer al hundir mi espada en su corazón y ver como su vida se apagaba. Un placer horrendo, si, pero era lo que yo deseaba.
Todos los demás demonios se asustaros y huyeron, y yo me pude dejar caer agotado. Examiné la espada manchada de sangre, y pude leer que en su hoja rojiza estaban escritas las palabras “Heredero Ayashi. A su digno portador”
Y ese era yo.


Días después intenté volver a casa, pero me di cuenta, con horror, de que las puertas no me daban paso. Eso solo quería decir una cosa: Me habían expulsado del cielo. Grité y grité hasta quedarme sin voz, y solo entonces alguien respondió. Se trataba de un ángel femenino llamada Celeste. Ella me informó de que había recibido el castigo del destierro bajo la acusación del intento de asesinato contra mi padre. La noticia me dejó desolado… ¡Esa no era mi intención al marcharme! Me quedé muy shockeado, pero Celeste me prestó su ayuda. Cada día salía del cielo para verme, me cuidaba y me explicaba cómo estaban mis progenitores. Padre ya se había recuperado casi por completo y, tal y como habían temido los médicos, mi mama estaba muy débil, y muy triste. Durante días no hice nada más que llorar y arrepentirme de mis acciones al salir del cielo, pero poco a poco decidí que quería salir adelante y la única manera de hacerlo era marchándome de allí. Antes de irme, Celeste me regaló un hermoso espejo. Todavía le estoy agradecido por ello. Con este podría ver todo aquello que deseara, así, de vez en cuando iba comprobando que mis padres estuvieran bien.
Pasaron muchos años y yo, tal y como había decidido, seguí con mi vida. Aprendí a sobrevivir en la Tierra de Fuego, y mi carácter cambió completamente. Me volví fuerte y frío, pero todavía era capaz de ser yo mismo con aquellos que se lo merecieran, que eran bien pocos, o tal vez un poco amable con aquellos a los que dejaba pasar por mí cama. Un día la curiosidad picó en mí, y decidí volver a mirar en el espejo.
Le pedí que me mostrara el rostro de mi adorada mamá, que si bien nunca volvió a ser tan jovial como antaño, siempre se había mantenido hermoso. Pero esa vez algo no iba bien, ya que el liso disco metálico solo me devolvía mi reflejo, y no aquel a quien yo deseaba ver. Repetí la operación un par de veces más, sintiendo por primera vez en muchos años que el miedo volvía a invadirme.
Asustado, le reclamé al espejo que me mostrara a mi padre, y esta vez sí sucedió algo… Apareció la imagen de él, tan alto, imponente y hermoso como siempre, son su cabello rubio y sus ojos caramelo, aquellos que yo había heredado, mirando enternecidos hacia algo. Con una simple orden, yo también pude verlo… Y quedar completamente anonado.

Ante mis ojos apareció una visión que no esperaba para nada.
Una niña.
Una niña de unos dos años, que lucía hermosa, con un vestido verde claro, y una mata de pelo rubito. Y sus ojos eran dorados, como dos monedas de oro, y brillaban con esa chispa que solo le había visto a…

La realidad me golpeó como un martillo, y yo me dejé caer. Esa niña solo podía ser una persona.
Mi hermana.
Y el hecho de que el espejo, que nunca mentía, no me devolviese la imagen de mi madre, solo podía significar una cosa… su muerte.

Dediqué los días siguientes a investigar, y acabé más asombrado de lo que jamás creí.
No me equivoqué, esa niña era mi hermanita. Se llamaba Nerine, y mi madre, a pesar de su débil estado, había decidido traerla al mundo, perdiendo la vida en el intento. Mi padre se encargó de ella desde entonces.
Por lo que he averiguado, esa niña es alguien muy importante. Ni más ni menos que la nueva guardiana de los Jardines Celestiales, que todos creíamos que iban a fallecer de un momento a otro.
De todas maneras, no era eso lo que me importaba. Una nueva llama nació en mi pecho.
Creí que había perdido todo cuando marché del cielo, a mis padres, mis amigos, mis maestros… Pero ahora tenía una hermana, que miraba el mundo con los mismos ojos de mi adorada mamá.
Todavía no es demasiado tarde, estoy dispuesto a enmendar el error que cometí. Protegeré a mi hermana, la viva imagen de mi madre, aquella criatura por quién ella había entregado la vida… La protegeré de todo aquel mal que le aceche, y así conseguiré estar en paz conmigo mismo…

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